Te has ido para no volver,
a lo anhelado, lo recóndito
del misterio indescifrable,
de augurios y soledad, madre mía
por la angustiada hora
en lo presentido,
cuando la noche se apretuja
de fríos y ausencia,
y se cubren los esteros
de rocío solidificado,
llamar se hace inútil
en un grito sostenido,
donde el eco renuncie
la distancia se desvanece,
y la única verdad,
sea plenitud que persevera.
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