domingo, 15 de mayo de 2011

VEINTIDÓS DE MAYO




Voces engendradas de tenues miedos,
cosquilleo estomacal y entrecortado, sepultado
en la inmensa nada prolongándose.
Puesta la mesa en altura, el plato derretido
con un cadáver indeterminado,
desciende perplejo, rebosante de sobras
que no han calibrado su suerte.


Pasó el hombre y no dijo nada,
las lluvias no dijeron nada,
y cuando era ya todo silencio,
se quebró la tarde en dos mitades diferentes,
en una se quedó el aire trémulo de humedad,
la memoria que todo distorsiona,
                                                   en la otra.


Cierro los ojos, te he andado
todo el tiempo sin que fueras,
tu dolor pequeño, albarizones.
Al entrar en el Cuervo lo primero que se ve,
la maquina partepiedra y la bodega Santa Iné,
y un poco más adelante, la casilla el caminero
y el cortijo los Rabiantes.
Etéreas y a lo lejos
quedan inmóviles las afueras.

De pronto el gamo,- la berrea-, en los comicios
apunta indicios de don Andrés indemnizado,
ha llegado el lustre, la pintura y todo acabado,
agua: incolora, insípida e inodora,
aquí el cartero no cobra las horas.
(H2O), para Micones; potable
instan por consenso, los alcaldables.

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